Un día como hoy hace 42 años se realizaba el Estreno Mundial del film VICTOR VICTORIA

 

VICTOR VICTORIA

Cuando se asiste a la contemplación de Víctor o Victoria (Victor Victoria, 1982) y se trata de situar en la trayectoria de su director, se comprueba que comparte características de sus comedias, con sus personaje torpones y sus slapstick, pero que pertenece sobre todo a la vertiente más elegante, menos física o visual, y más refinada y sutil, en la línea de Desayuno con diamantes

Examinando con atención las historias de amor, la cuidada puesta en escena, la iluminación, la importancia de personajes secundarios y el trato cálido que reciben, se concluye fácilmente que se trata de una muestra brillante de un género cada vez menos frecuente: la comedia sentimental, o mejor aún, la comedia sofisticada. 

Si además se cuenta con uno de los mejores trabajos musicales de Henry Mancini ante el desafío de construir un musical, y con números musicales con aliento de gran espectáculo, se llega a la conclusión de que ante lo que se está en realidad es ante una obra maestra del cine. Ya sea comedia o musical. O comedia musical.

Blake Edwards conoció al compositor Henry Mancini en los estudios Universal alrededor de 1957. 

Los unieron en un típico producto de estudio, La pícara edad (This Happy Feeling, 1958). 

A partir de ahí, y hasta la última película de Edwards en 1993, y aun después, formaron una de las relaciones director-compositor más fructíferas de la historia del cine. 

Para Mancini las películas de Edwards casi siempre supusieron nuevos retos, nuevos giros o nuevas aportaciones, desde los aires de jazz latino de Mr Lucky (1959), pasando por los temas jazzísticos más oscuros de Peter Gunn (1958), hasta la introducción del pop como inspiración de la banda sonora en Una rubia muy dudosa (Switch, 1991), sin olvidar temas que por ser popularísimos hacen dejar de lado su calidad: 

El tema de la Pantera Rosa o el conocido como Tema del Inspector Clouseau (titulado en realidad “A Shot In The Dark”).

Pero hasta 1970, con la preparación de Darling Lili, no se le había planteado al compositor enfrentase a canciones que narrarían la historia, que serían interpretadas como parte de la película, no sólo como banda sonara de background. 

Mancini había compuesto canciones para películas de Edwards y ganado Oscars por ellas (“Moon River” en Desayuno con diamantes, “Days Of Wine and Roses”) pero con Darling Lili se abordaba la idea de acercarse, siquiera tangencialmente, al musical. 

Los problemas que Blake Edwards tuvo con los productores y el tibio recibimiento de la película hicieron que el director se exiliara a Inglaterra, ganara fama de director difícil y extravagante, y abandonase la idea del musical en favor de tres películas más de la saga de la Pantera Rosa. 

La posterior recuperación creativa y musical de 10, La mujer perfecta favoreció que la idea de un musical renaciera.

Blake Edwards, a través de un agente conocido de Billy Wilder, tenía comprados los derechos de una película alemana de 1933, llamada Viktor und Viktoria, dirigida por Reinhold Schünzel, sobre una cantante berlinesa de cabaret que vestida de hombre es descubierta por un agente, que de hecho piensa que es un hombre. 

Reinhold Schünzel fue guionista, director y actor alemán, desde la última época del mudo hasta terminar su carrera como actor de reparto y director en 1954, a caballo entre Estados Unidos y Alemania. 

A decir de Blake Edwards, es también el director de la película que le dio la idea a Billy Wilder para Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1955). 

El caso es que una historia de equívocos de identidad sexual se ajustaba perfectamente al gusto y estilo de Edwards, que vio en esta historia un excelente personaje para su mujer, Julie Andrews. 

Además, revisar esta película le brindaba la oportunidad de desarrollar en mayor profundidad temas sólo apuntados en 1933. Así los equívocos sobre identidad sexual se extenderían a las confusiones y las indecisiones sociales sobre la homosexualidad, al sustituir al agente por el personaje de Toddy, y hacer que un gangster de Chicago se enamore de Víctor, sin saber que es Victoria.

Determinado a realizar la película, la primera decisión acertada que toma Edwards es mantener la acción en la misma época, pero cambiando el Berlín original por París.

Explica que París es más fotogénico, pero quizá quiso centrarse en el aspecto más romántico y entrañable de la historia en lugar del ligeramente sórdido que podría tener, y teniendo en cuenta la imagen de los precedentes cinematográficos (el más reciente, Cabaret de Bob Fosse en 1972) se decanta por Paris. Y después de buscar localizaciones, encuentra que es más fácil, más cómodo, y mejor para la película, construir un París en los estudios Pinewood de Londres. Eso le iba a permitir controlar mucho más la luz, la coloración invernal azulada de los exteriores, frente a la calidez y el colorido rojizo y ocre de los interiores, y planificar determinadas secuencias que en localizaciones reales se complicarían sobre manera.

A estas alturas, Edwards tiene la historia, tiene la estrella (Andrews) y tiene un elegante Paris en los años 30 en estudio. Y ya que Andrews interpreta a una cantante, que va a tener que cantar en pantalla… ¿por qué no hacer un musical?.

De hecho, la película de Schünzel (de la que se habia rodado una versión francesa en 1934, Georges et Georgette, dirigida por Roger Le Bon) tuvo una adaptación musical inglesa en 1935 (First a Girl, Victor Saville) de mucho éxito, aunque ahora olvidada. 

La apuesta sería arriesgada porque el género no vive precisamente su mejor momento: Broadway está en plena crisis, y el género cinematográfico se da por agotado, después de una década dubitativa. 

Los últimos musicales recordados son Hair (Milos Forman, 1979) y Grease (Randal Kleiser, 1978); el género estaba cambiando: a pesar de que en el año de producción de Víctor o Victoria se realizaría también una encorsetada versión de Annie a cargo de John Huston, las películas musicales de 1982 fueron Corazonada (One From The Heart), empeño personal de Coppola, y El muro (Pink Floyd The Wall) de Alan Parker, y estaba en preproducción Yentl, vehículo personal para el lucimiento de Barbra Streisand. 

El musical clásico como hasta entonces se entendía no pasaba por su mejor momento. El género estaba evolucionando.


Así pues, como productor, la idea de musical es algo difícil de vender ese año, y el concepto que Blake Edwards termina de concebir se queda a medio camino.

Aunque toda la banda sonora tiene concepción de avanzar y añadir información a la trama, los números musicales propiamente dichos siempre serían números representados en un escenario. 

Sin embargo, esto no es inconveniente para poder considerarlo un musical, ni para poder valorarlo en toda su grandeza. En palabras de Mancini: “un film que pienso que es uno de los más perfectos que jamás he hecho”. 

Cuando Edwards le comunica a Mancini su idea, y la empresa que tiene que afrontar, el compositor se muestra especialmente ilusionado: “Víctor o Victoria contenía todo para lo que me había preparado: tenía que ver con escribir canciones, tenía que ver con la banda sonora, y tenía que ver con la música incidental en la pantalla.”

Para afrontar el trabajo, Henry Mancini recurre al letrista Leslie Bricusse, con el que ya había trabajado en Dos en la carretera (Two For The Road, Stanley Donen, 1967). 

Con una larga experiencia como letrista, y con experiencia en Broadway, Bricusse aportaría el aliento del teatro musical, del que es un gran apasionado. 

A decir de Mancini, Bricusse posee un conocimiento enciclopédico del musical americano, y el compositor disfrutó mucho del trabajo del letrista. 

Las canciones surgidas para la banda sonora tienen efectivamente el aliento del mejor musical clásico americano.

Con este arranque, Edwards ya tenía los mimbres para su película. 

De la fotografía se haría cargo Dick Bush, director de fotografía británico que había impresionado a Edwards por su trabajo en Yanquis (Yanks, John Schlesinger, 1979), y para la decoración y el diseño de producción reunió a un equipo importante, William Craig Smith, con el que ya había trabajado en S.O.B. (1981) y a Tim Hutchinson, que venía de ser el director artístico de la superproducción británica Excalibur (John Boorman, 1981).


La primera elección para el reparto, después de Julie Andrews, fue Robert Preston para el personaje de Toddy. 

El hecho de que interpretara a un homosexual, y que tuviera que cantar no fue ningún problema para el antiguo galán de películas de acción que ya había cantado en pantalla en Vivir de ilusión (The Music Man, 1962), y se mostró encantado con el ofrecimiento, aceptando el trabajo sin dudar. 

James Garner tampoco puso muchos peros, a pesar de que su personaje apareciera bien entrada ya la película, situación no habitual para un actor de su categoría. 

El resto del reparto lo completaría con actores habituales de televisión, que dieron una franca soltura a los distintos polos de la historia: Leslie Ann Warren y Alex Karras. 

Todavía tuvo espacio para poder contar con Graham Stark, un amigo personal de Peter Seller, que había trabajado junto con Seller a las órdenes de Edwards en alguna película de la saga de la Pantera Rosa.

La conjunción de todos estos factores da como consecuencia una película brillante, divertida, elegante y viva sobre el tema de la identidad personal, el no importar quien o que eres, sino a quien tienes, si te quieren, si tienes amigos y si eres feliz. 

El tema de fondo sobre el que pivota toda la película, la homosexualidad, contenido difícilmente tratado con soltura en Hollywood hasta entonces (y aun después), recibe en esta película un tono sincero, descargado de dramatismo y huyendo de tópicos. 

El tono elegante de toda la producción, logrado por el cuidado guión, pero también por la ambientación, el interiorismo y la fotografía, hace que algún chiste de trazo grueso (que desde luego funcionan y son muy divertidos) sea absorbido por la película sin desmerecer del resultado final. 

Además el experto manejo que Edwards hace de los personajes de reparto (el detective que sigue a Victoria, el dueño del night club donde trabajaba Toddy, el empresario Cassell, interpretado por John Rhys-Davies, el camarero interpretado por Graham Stark), descongestiona en varias líneas de acción la trama, y hace que la película no se centre excesivamente como para ser considerada una pesada película de tesis. 

Todos forman un tejido de comedia sofisticada donde se mueven los personajes principales entre el amor, la fidelidad, la amistad y el engaño.

Mención aparte merece la banda sonora. 

La película está concebida como un musical, a pesar de lo ya expuesto sobre los números musicales. 

Henry Mancini concibe una banda sonora tan eficaz en las canciones como en los temas instrumentales. 

Tanto, que el sonido transporta de manera sencilla al espectador desde el principio a la época de la película, y hace asumir con facilidad los estados de ánimos de los protagonistas; tanto, que convierte en musical escenas no cantadas: hay secuencias completas incomprensibles si no son acompañadas de la música de Mancini, y otras que funcionan precisamente por lo contrario, la ausencia total de música o sonido. 

El tema “Cat and Mouse” acompaña una secuencia completa al más puro estilo de comedia de enredo de cine clásico (la sombra de Lubitsch) de intercambio de habitaciones, enredos, espionajes y descubrimientos, que difícilmente tendría el mismo efecto sin ese tema musical. 

Tan es así, que en la posterior adaptación de la película para los escenarios de Broadway, se mantiene el tema y la secuencia, y resultó ser uno de los números más aplaudidos y recordados de la producción. 

En el otro sentido, una de los momentos que Blake Edwards lamenta no haber podido trasladar al teatro por su potencia visual es el desenlace de la secuencia de la cucaracha en el restaurante, el plano general, desde fuera y sin sonido, donde todos los comensales comienzan a agitarse alarmados.

Pero hay más detalles: los créditos art decó, con el fondo de la versión instrumental de “Crazy World”, que luego interpretará Julie Andrews en el momento culminante del enredo, anuncia ya la calidez y hace esperar todo lo que después se brinda: canciones como “A Shady Dame From Seville”, o, sobre todo, “Le Jazz Hot”, quedan grabadas en la historia por su fascinación y su potencia.

Vista hoy, Víctor o Victoria es una imperecedera obra maestra del cine musical que merece la pena repasar cada cierto tiempo. 

Fue probablemente la última gran película de Blake Edwards, que aunque hizo películas de mérito después (Cita a ciegas, Blind Date, 1987), ninguna llegó a este nivel de perfección, de relación en equilibrio entre ternura, encanto, humor, elegancia y espectáculo. 

Supuso también uno de los últimos grandes trabajos musicales de Mancini, aunque aún escribiría joyas escondidas en la banda sonora de El zoo de cristal (The Glass Menagerie, Paul Newman, 1987), Basil, el ratón superdetective  (The Great Mouse Detective, Ron Clements, 1986), o Tom y Jerry (Tom and Jerry: The Movie, Phil Roman, 1992); o enterradas en alguna serie de televisión (Remington Steele, 1982)

De hecho, después de veinte años y varias nominaciones, Mancini (junto con Bricusse) volvía a ganar un Oscar por esta magnifica banda sonora. 

La película perdió injustamente en varias nominaciones a estos premios, en favor de producciones que hoy día no revisten tanto interés: la dirección artística la ganó Gandhi (Richard Attenborough); en la interpretación femenina, Julie Andrews en una premiadísima (Globo de Oro) y completísima interpretación, no consiguió el Oscar. 

Lo logró la otra favorita de la noche, Meryl Streep por La decisión de Sophie (Sophie’s Choice, Alan J. Pakula) Pero lo más injusto fue que la sutil, arriesgada y completa interpretación de Robert Preston se quedara sin premio de la academia porque lo lograra la interpretación trillada y típica de Louis Gosset Jr. en Oficial y caballero (An Officer and a Gentleman, Taylor Hackford).


MÚSICA: Henry Mancini
LETRAS: Leslie Bricusse