“Sweeney Todd: El barbero demoníaco de la calle Fleet” es un musical con canciones de Stephen Sondheim y libro de Hugh Wheeler, estrenado originalmente en Broadway en 1979, con dirección de Harold Pince.
El
mismo transcurre en Londres en épocas de la revolución industrial; y narra la
historia de un barbero que, luego de haber sido encarcelado injustamente por
quince años, regresa buscando vengarse. Así, comienza a asesinar
sistemáticamente a sus clientes con la ayuda de su vecina, la Sra. Lovett,
quien convierte los cadáveres en pasteles de carne que vende en su local.
Se trata de una de las obras más célebres del género;
y también una de las más oscuras. Por primera vez en nuestro país, se la puede
disfrutar en su idioma original gracias al arribo de la compañía canadiense
Talk Is Free Theatre. Lo más novedoso de la propuesta (dirigida por Mitchell
Cusman) radica en que la misma se desarrolla en un formato inmersivo, a través
de diferentes espacios del Teatro Timbre 4, incluyendo escenas en su cafetería,
en un camarín o en un pasillo descubierto.
Este formato da la posibilidad de que el
público pueda disfrutar de la historia por momentos sintiéndose parte de la
misma; como sentándose a la mesa junto a los clientes de la Sra. Lovett, en la
celebrada escena que da inicio al segundo acto. La cercanía que los actores
mantienen de forma permanente con el público permite el desarrollo de una
puesta intimista y minimalista, que resulta sumamente efectiva para narrar esta
historia.
El elenco está conformado por nueve talentosos intérpretes, que además de personificar a los protagonistas, se desenvuelven como el coro (un elemento fundamental en esta obra).
Se destacan Michael Torontow como Sweeney, Tracy Michaildis como la Sra. Lovett, Cyrus Lane como el juez Turpin, Tess Benger (de voz privilegiada) como Johanna y el carismático Joel Cumber como Pirelli.
Los arreglos vocales permiten que las canciones corales tengan el impacto que requiere el bestial argumento. Los momentos coreográficos (a cargo de Cameron Carver) también resultan funcionales a la narración, a través de mínimos movimientos.
La compleja puesta en escena funciona como un reloj,
incluyendo las invitaciones del elenco al público a trasladarse de un espacio a
otro.
Se trata, además, de la primera vez que se presenta
en Buenos Aires una obra del maestro Sondheim en inglés, su idioma original. No
es casual que a este hombre se lo haya llamado “el Shakespeare del teatro
musical”: sus canciones alcanzan un nivel altísimo de sutilezas, en las que
cada palabra y cada nota musical están pensadas con un grado de detalle tal, que
logran transmitir al espectador emociones humanas tan complejas como
ambivalentes. Si bien se han hecho muy buenas traducciones de sus obras, es
inevitable que al adaptárselo a otro idioma gran parte de estas sutilezas se
pierdan, por lo que se celebra la posibilidad de disfrutar del texto tal como
se lo escribió.
Por otro lado, para aquellos miembros del
público que no hablaran inglés o no conocieran previamente la obra, la puesta
incluye la presencia de un narrador o guía, interpretado muy bien por Hernán
Lewkowicz, quien presenta cada escena en español. Su presencia está
perfectamente integrada en el tono y la ambientación de la obra, sin resultar
en absoluto invasiva.
Además de “Sweeney Todd”, la experiencia incluye a modo de prólogo a la obra de texto “The Curious Voyage” (“El viaje curioso”), de Griffin Hewitt (quien además interpreta a Anthony en Sweeney Todd).
Esta se presenta en español y se desarrolla en tres espacios no
convencionales cercanos al teatro: un garage, una carnicería y un gimnasio. En
ella, el público se traslada por los mismos para conocer a diversos personajes
(interpretados por los argentinos Javier Kussrow, Hernán Lewkowicz y Nela Fortunato),
quienes transmiten sus propias visiones (y dudas) acerca del significado que
dan los seres humanos al hogar.
El público porteño sin dudas celebra la posibilidad de ver este gran musical en su idioma original, interpretado de esta forma y en este particular formato. Esto se percibe en la ovación que reciben los intérpretes en el saludo final y en la sensación de euforia que se vive al salir del teatro.
Ojalá este tipo de propuestas se multipliquen en las salas de
nuestra ciudad.
Marco De Ninis