Crítica - "A CHORUS LINE* - ****Muy Buena

 



Luego de casi once meses y con los protocolos de cuidado exigentemente implementados, de a poco nos vamos animando a regresar al teatro. Y nada más volver a entrar a la sala para revivir la magia que el hecho teatral despierta.

A Chorus Line es una apuesta fuerte que el director Ricky Pashkus eligió reestrenar para recibir a este público a puro talento, brillo y glamour. Una obra que ya desde los primeros acordes de la orquesta, dirigida por el talentoso maestro Gaspar Scabuzzo, nos hace bailar en la butaca mientras nos transporta a Broadway.

En versión libre de la puesta original, la historia nos acomoda en los asientos del mismo teatro en el que un grupo de coristas audicionan para obtener un papel secundario en el ensamble de un musical. También entre el público se encuentra el exigente y poco paciente director y coreógrafo Zach, interpretado con soltura por Roberto Peloni, quien va haciendo avanzar la acción a medida que solicita a cada postulante que revele cómo y por qué eligió la carrera de actuación.

Gustavo Wons representa magistralmente a Larry, el asistente coreográfico de Zach, encargado de marcar los pasos de los aspirantes, tanto en la fantasía como en la realidad. Y se lo ve comodísimo en lo que tanto ama hacer. Bajo sus cuidadas e impecables indicaciones, los postulantes van aprendiendo la coreografía al tiempo que expresan sus fragilidades junto a sus anhelos más profundos.

Así, teatro y realidad se entrecruzan. Y de eso va la obra: de las ambiciones, energía, talento, exigencias, logros y entrega, así como de las frustraciones y desengaños de cada uno de estos preparadísimos actores bailarines y cantantes que sueñan con cumplir su deseo más preciado de llegar a Broadway.

Todos y cada uno en el elenco se destacan por su talento y solidez; todos ellos son los protagonistas, tanto en el hecho teatral como en la vida real. Por eso emociona tanto la canción “Lo hice por amor” en la voz de la talentosísima Mariu Fernández, en su rol de Diana Morales, y acompañada en el coro por todo el elenco, en donde expresa con tanta fuerza y pasión:

 “sin mirar atrás enfrento mi destino / no hay por qué llorar si fue lo que elegimos / no hay lugar para el rencor, / lo hice por amor / y yo siempre di lo mejor de mí”.

Destacadísimo el impecable diseño de luces que juegan un rol fundamental a lo largo de toda la obra. El increíble despliegue de la escena final provoca a toda la platea a levantarse de la butaca y aplaudir de pie.

Muy buena apuesta, muy recomendada.

Cecilia Vidaurreta