En ocasiones las circunstancias quiebran ciertos paradigmas o los modifican o los renuevan.
¿Alguien hubiera soñado alguna vez con un musical transmitido, una actuación en vivo pero escindiendo a los intérpretes de los espectadores, pantalla mediante? (un modo económico de explicarlo porque en realidad es bastante más complejo).
Sin duda, esta propuesta, si se hiciera una historia vernácula de esta coyuntura entraría en la lista como el primer musical así presentado.
Con la posibilidad de la apertura de los teatros, El Picadero devino escenario de un musical planteado para dos intérpretes, bah, tres, puesto que de ninguna manera podría pensarse que Hernán Matorra “acompaña”.
El planteo escenográfico devela algo del relato. ¿Qué otra cosa que una ausencia -presente o futura- puede indicar una biblioteca vaciada de libros, una estantería sin objetos?
Un espacio provisorio para significar algo del orden de lo provisorio. No importa que hayan sido cinco años de una historia de amor. Es el modo de contarlo.
Cinco años son pocos y breves.
No hay mucho para contar de la fábula, una historia cotidiana de amor entre dos…es justamente que sea un musical lo que hace la diferencia.
Tanto Florencia Otero como Germán Tripel son dos intérpretes increíbles, que convierten el nivel de detalle y de ciertos acontecimientos banales en algo absolutamente disfrutable.
El trabajo vocal y el actoral sostiene de manera firme y bella la historia de amor primero y de desamor después, aunque no tan claro ni tan dividido: no tiene la dramaturgia una sucesión cronológica sino un vaivén de tiempos que entrelaza buenos y malos momentos, pasiones y olvidos, en fin.
En este contexto se sobreimprime en la pantalla el nombre de la canción y la instancia temporal en la que transcurre.
Dejarlos entrar en nuestras casas y el modo particular del dispositivo, nos regala alguna magia que de modo presencial no sería posible; una edición en vivo que permite ver la imagen de Flor Otero detrás de Germán Tripel, como su fantasma.
Algo de ese tiempo mezclado se patentiza en el signo de una presencia fantasmal parece que está pero no está.
Las canciones, las voces de los interpretes resuenan, quedan en nuestros oídos maravillosamente transformados por un rato… porque la distancia física la compensa el tiempo presente compartido.
Mónica Berman
Para Musicales BAires