Crítica SADE, El Divino Sade ****Muy Buena

 


La noche del martes es una noche especial. Sé que mi encuentro con este ser oscuro, histórico, condenado y mitificado pero también temido no será uno más. 

Al llegar a la sala Teatro Regina y entrar en ella, me reciben sus criaturas alienadas, ausentes. Solo interactúan entre ellas, en una suerte de danza demente y perversa.

En el momento que el autor quiso reflejar en su obra, El Marqués de Sade es acusado de un crimen y de padecer demencia libertina y está encerrado, para pagar por su culpa. Las autoridades civiles y eclesiásticas pretenden así evitar y limitar la propagación de sus textos y sus ideas, que despiertan a un pueblo que debe estar dormido.

El representante de la Iglesia, un sacerdote perseguido en su propia lucha interna entre la Palabra y sus febriles tentaciones, es el encargado del pabellón donde se encuentra el Marqués y de enderezarlo o condenarlo. 

Su esposa, la Marquesa, es quien da la cara por los actos de su marido, intentando sostener lo que queda de su noble posición, sabiéndose también víctima de este enfermo amor que es su condena y pintando sonrisas en su marchito rostro a pesar de que Sade la considera y la respeta menos aún que sus criados, 

Latour su perro fiel y Justine su obediente sirvienta, sombras y luces en la vida del Divino. Su compañía y su dama, Constance, comparten sus días. Ella nada pide y siempre está para satisfacer los bajos instintos del Marqués, aunque él la desprecie. 

Por las noches, Amanda llega para visitarlo y es la única que puede apartarlo de su tortura y domar a la bestia que hay en el. Es a la vez, una suave brisa que acuna y una tormenta de pesadillas.

Hay que mencionar que esto es un Musical, y como tal, los números se suceden. Las voces, los coros, los músicos, todos se destacan logrando pasajes de verdadero protagonismo, compitiendo con un argumento que, ya lo dijimos, tiene peso específico propio.

El final de El Divino no será uno solo, morirá varias veces en un enloquecido descenso a los Infiernos. 

Comienza la función, la historia debe ser contada y el final no por sabido de antemano es menos tortuoso y fascinante. 

Sade, el Divino Sade, nos hipnotiza, y nos vuelve parte de su Universo. No hay escapatoria.

Vamos a desear y a pedir por más. ¡¡¡Larga Vida al Marqués!!!

Por Gabriel Chapur para Musicales Baires